sábado, 6 de abril de 2013

Para tenerlo siempre presente


A una semana del luctuoso suceso de Gredos, creo que es momento de reflexionar sobre lo ocurrido porque si algo nos importan los clubes de montaña no deberemos nunca olvidarlo sino tenerlo siempre bien presente.
El triste y fatal desenlace ha puesto en cuestión no solo al Bilbao Alpino sino a todos los clubes de montaña. Siempre se ha presentado a los clubes como la mejor forma de iniciarse en la montaña, para ir formándose las personas con la seguridad y la protección que ofrece la compañía de otros miembros. 
Lo que le ha ocurrido al club bilbaíno nos podía haber ocurrido a nuestro club o a otros semejantes. Y afirmo esto porque a lo largo del tiempo he ido comprobando cierta degradación de los valores que han ido unidos al deporte de la montaña. El compañerismo, la solidaridad, la ayuda… he visto convertirse gradualmente en competitividad, individualismo, insolidaridad…. Quizás por mimetismo, el ambiente imperante en el ochomilismo se ha ido transfiriendo a nuestras montañas más cercanas. Las nuevas actividades asumidas y fomentadas por nuestra Federación, carreras de montaña y competiciones similares no ayudan precisamente a fomentar la ayuda y la solidaridad. Ni tan siquiera a tener respeto por las montañas, y más adelante diré por qué.
Respecto a lo ocurrido en Gredos se ha criticado en algunos foros el comportamiento de la prensa escrita. En este caso no tengo nada que criticar sobre las informaciones recibidas por estos medios. Lo que no me han gustado nada han sido las declaraciones de supuestos portavoces del Bilbao Alpino, tratando de justificar lo injustificable.
Hay que decir bien claro  que lo ocurrido no fue un accidente de montaña, sino el resultado de una mala práctica montañera.  Y repito lo que dije, que le podía haber ocurrido a nuestro club.
El club falló al evaluar la dureza del recorrido propuesto en ambiente invernal, porque en Gredos el invierno se prolonga bastante. Los responsables de la travesía fallaron al no tomar las medidas necesarias y correctas en unas condiciones meteorológicas adversas. Todos los integrantes de la travesía cometieron fallos que llevó al fatal desenlace porque todos participaron de las decisiones tomadas.
Conozco el recorrido y puedo ponerme en la situación : nieve, en abundancia en los sitios menos venteados, frío, lluvia, niebla y el Puerto del Peón que aunque no es muy largo tiene bastante pendiente que se salva dando lazadas y  dificultan la visión.
Me los imagino abriendo huella, gastando mucha energía, uniendo al sudor el frio de la lluvia, con problemas para ingerir las calorías necesarias en esa situación. Intentando  hacer la travesía lo más rápido posible ya que el tiempo no estaba para disfrutar. La alegría de alcanzar la torreta de La Mira y cuando parecía que el padecimiento del esfuerzo ha concluido, observar con asombro la pendiente de la vertiente por donde planeaban descender y la acumulación de nieve. Optan por volver sobre sus pasos, hay otra alternativa, pero parecen decidirse por lo seguro. Y es entonces cuando el esfuerzo empieza a pasar factura y algunas personas se van quedando rezagadas. El error de todos y en primer lugar del responsable o responsables de la travesía es el de no marchar agrupados.
Conozco bien   el ambiente que se genera. Gente que se encuentra bien pero con frío desean llegar cuanto antes al autobús, otras personas se sienten débiles (quizás porque no ahorraron esfuerzos ,aprovechados por otras personas, en la subida) pero creen que llegarán. En todo caso no piden ayuda a los demás, no es propio de montañeros. Unos avanzan más rápidos que otros y cada vez es mayor  la distancia y la desmoralización. Los de adelante aunque mirasen atrás no los verán por la orografía del terreno o por la niebla. Una “pájara” en esas condiciones de frío y mojadura pueden derivar rápidamente en hipotermia. Los de adelante van tranquilos porque los que vienen detrás saben el camino. Lo que no pueden saber es la condición física de los que se van rezagando.  Los móviles no sirven, no hay cobertura. Los rezagados no llevan talkies.
He experimentado una “pajara” severa, de esas que te dejan tirado en el suelo sin poder mover un dedo. Sé de lo que hablo. Con frío y nieve puede resultar mortal. Si los más afectados no se pueden mover qué harán sus acompañantes. Quién se puede mover, al ver que no tiene otro modo de avisar al resto, optará por ir en busca de ayuda. Pero ha perdido mucho tiempo y no los alcanzará.
Si hubieran caminado todos agrupados al sobrevenir la “pajara” podrían entre todos dotar de prendas de abrigo secas (si es que las llevaban) a los afectados, darles alimentación energética y bebida a la vez de friegas. Podrían haberse quedado con los más afectados  el grupo de personas mejor protegidas del frío mientras otros organizaban el rescate, si se estimase necesario, después de atender a las víctimas del desfallecimiento.
Alguno objetará que esto es muy fácil decirlo ahora sabiendo lo que ha pasado. Pero lo ocurrido es  previsible para la gente con experiencia montañera.
Fallaron los móviles y ocurrió la catástrofe. ¿Se puede ocultar el fallo de previsión culpando a los móviles?
Volviendo al principio he manifestado que lo ocurrido también le podría haber pasado a Leioa M.T.,  lo digo porque cada vez es más evidente que el individualismo prevalece por encima del espíritu de grupo. Una prueba de ello es el uso de los Walki Talkies. Llevo unos meses alejado del club pero no olvido que cada vez me resultaba más difícil encontrar compañeros o compañeras dispuestas a cargar con los centenares de gramos de este aparato, al cual sólo se le echa de menos cuando hace falta.
Como el objetivo personal es hacer cumbre en el menor tiempo posible, todo lo que signifique peso en la mochila es desechado. Hago referencia ahora a las carreras de montaña cuyo equipamiento es el mínimo porque se trata de correr lo más rápido que se pueda y que está llevando esa mentalidad al conjunto del montañismo.
Esa economía de peso lleva a incluir en la mochila lo mínimo posible y en situaciones como la descrita fomenta el “sálvese quien pueda” porque no se está en condiciones de improvisar un “vivac” o una espera.
Aún queda gente dispuesta a ayudar a los demás en los clubes, saben lo que significa sentirse miembro de un club. También abundan quienes se acercan a un club sólo con el propósito único de beneficiarse de lo que le ofrece sin aportar nada a cambio que no sea su cuota de socio.
Punto y aparte lo constituyen los “sobrados”, los “máquina”, los “élite” esos que solo piensan en llegar arriba a ser posible los primeros  y descender de la misma manera. Y cuando llega, al resto del grupo le espetan “llevamos aquí una hora”. Esos “sobrados de vanidad” no entienden que el triunfo de la excursión de un club consiste en llevar al máximo número de personas a la cima y sobre todo que todos sus miembros regresen, contentos de haber disfrutado, al autobús. Con estas personas que solo piensan en ellas mismas,  es muy complicado para un responsable de excursión tratar de imponer una línea de actuación. Y para colmo suele pasar que como son los que más alardean de sus hazañas, las personas que acuden por primera vez a una excursión de club les toman como referencia,  como personas a las que seguir y a veces pagan las consecuencias.
El caso de Gredos no se debe olvidar. Hace unos años ocurrió un caso similar en Sierra Nevada con turistas extranjeros, la guía, totalmente inexperta, fue encausada. No quiero referirme a responsabilidades legales del caso pero sí a las morales. Algo de responsabilidad moral tenemos todos y no sólo los del Bilbao Alpino, en las excursiones de club solemos integrar a miembros de otros clubes,  participamos de una convivencia que hacen que los valores sean cosa común, por eso, el que esté libre de culpa que tire la primera piedra . No seré yo, pero entre eso y tratar de ocultar una tragedia hay un abismo.

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