sábado, 25 de enero de 2014

De la vida fabril que no febril, aunque lo parezca.

Comentario de un compañero de trabajo el viernes 24 de enero: “Deberíamos estar agradecidos porque nos dejan meter horas con la situación de paro que hay”.
Así se expresaba con toda franqueza, exponiendo lo que pensaba. Se refería a meter horas más allá de las establecidas en el horario laboral normal. Pero no se tratan de horas extraordinarias pagadas como tales, no, el “chollo” no llega a tanto. Se tratan de “horas flexibles”, es decir, de la tan cacareada flexibilidad de horarios laborales  en la que la empresa donde trabajo fue pionera y que desde hace años figura en los sucesivos convenios colectivos para lo que se contó con la inestimada colaboración de los sindicatos “de clase”.
Se trabajan las horas, antes llamadas extraordinarias, cuando la empresa lo requiere (no es exactamente como decía el compañero “nos dejan” sino que nos ordenan) para descansarlas cuando no precisan de mano de obra. Esto a cambio de una compensación económica muy por debajo de lo que realmente debieran valer hoy si se hubiese mantenido la tendencia de cuando se abandonaron por la nueva modalidad. Y encima de no computarse como extraordinarias, con sus topes, tampoco cotizan como tales.

Lo que refleja este compañero es la mentalidad dominante entre los trabajadores fijos de una multinacional. Lo que podría constituir lo que se llamaba “la aristocracia del proletariado” teniendo en cuenta que existe un pensamiento muy extendido de considerarse unos privilegiados en comparación con el resto de trabajadores. No voy a entrar en que esto se puede romper de golpe y pasar de “aristócrata” a menesteroso en menos de veinticuatro horas, es otra cuestión la que me preocupa.

Es la cuestión de lo que Gramsci denominaba “hegemonía cultural”. Me explico, si no fuera por la Reforma Laboral última y también por causa de la multinacional, podría estar prácticamente a punto de prejubilarme mediante un contrato relevo, me faltan unos  meses para el noveno quinquenio. Cuento esto para que el lector sitúe mi edad y también mi vivencia. En la plantilla de la multinacional en cuestión hay un salto generacional entre los obreros de más de veinte años. Los trabajadores de hoy no se parecen en nada a los de los años 70 y no te cuento con los de los años anteriores que yo conocí. Cuando yo empecé a trabajar la gente iba al trabajo a pie o en transporte público y se metían innumerables horas extraordinarias para comprarse el pisito y mantener a la familia. En el  aparcamiento de fábrica solo estaban los coches de los jefazos y de algunos mandos intermedios. Poco a poco fueron apareciendo los “seiscientos” y se abandonó la bicicleta por un “cuatro ruedas”. Hoy en el aparcamiento se pueden ver “mercedes” y “audis” cuyas hipotecas pagan jóvenes obreros que justo ganan para pagar esa hipoteca y para pasar un “finde” a lo 
grande. Gran parte ni se plantean fundar una familia. Viven al día, viven el momento.


Todo esto viene a cuento de los debates suscitados en torno a la división de la izquierda y sobre todo de la división de la izquierda ante el reto electoral. Hay gente, mucha gente, que tiene una doctrina y veneran esa doctrina sin mirar siquiera otra cosa que los textos divinos los cuales interpretan a pie de la letra, como verdaderos doctrinarios.  Algunos incluso se consideran “marxistas” obviando el método de Marx, el análisis de la realidad. Hay que ver lo que nos rodea y obrar en consecuencia. No sirve el cómodo y fácil “cliché” de siempre hay que innovar, hay que utilizar todos los resortes que se nos brinden para ganar esa “hegemonía cultural” y para eso hay que llegar a la gente (a las masas que se decía antes)  y sobre todo hablar muy claro.

He vuelto a "mi ventana" aunque  pasó mucho tiempo en la "ventana" de facebook. Son cosas del aislamiento físico.